Quiero compartirles algunas experiencias más allá del ego que he vivido mientras medito en la vacuidad. Este suele ser un tema recurrente en personas que buscan la trascendencia espiritual, así que les contaré mi experiencia para que tengan más claridad en el tema.
¿Qué es la "muerte" del ego?
En la espiritualidad se habla de dos tipos de muerte: la física y la mística. La muerte física es cuando nuestro cuerpo ya no tiene la capacidad de mantener su vitalidad y desencarnamos. La muerte mística tiene que ver con una momentánea o total disolución del ego, la personalidad o el sentido de individualidad.
La muerte de la que voy a hablar es la muerte mística, que es conocida como una experiencia cercana a la muerte porque sientes que los límites entre el “yo individual” y la realidad se desvanecen, de manera que se pierde momentáneamente el sentido de “yo soy” y uno se convierte en un espectador de todo lo que sucede.
Es como si se disolviera la identidad individual con toda su historia y sus deseos futuros, a la vez que la percepción del pasado y futuro se altera y no puedes localizarte en ningún lugar del espacio.
¿Estas experiencias son agradables?
La mayoría de las personas con las que he compartido estas experiencias sienten una paz y tranquilidad indescriptible cuando la identidad individual se desvanece. Han sido personas contadas con las manos quienes sienten miedo a desintegrarse, y por lo común, suelen ser personas de edad avanzada. En mi experiencia, las primeras veces eran muy emocionantes porque buscaba intencionadamente esa disolución del ego.
La primera vez que me pasó tenía alrededor de 15 años, estaba acostado en unas gradas y cerré los ojos con la intención de experimentar la muerte mística. En esos momentos me vinieron a la mente muchas imágenes de mi vida, la novia con la que salía en esa época, mis padres, recuerdos de la infancia. Todo se proyectaba en mi mente como si me quisiera decir ¿De verdad quieres abandonar todo esto?
Muy decidido a conseguir mi objetivo, seguí observando hasta que en mi mente hubo silencio y me sentí dentro de un vacío oscuro, sin nada que pudiera percibir en él. Después de unos instantes me dio una sensación de mucho miedo, decidí que era suficiente y abrí los ojos. Nada cambió después de haber experimentado esto, seguí mi vida de manera normal.
¿Lo que experimenté fue Real?
Esta pregunta la tuve en mi mente muchos años después, volví a intentar la misma práctica, pero con otro tipo de técnicas. Aguantar la respiración, visualizar el momento de mi muerte, pensando que todo era un sueño y estaba por despertar, imaginar que salía de la Matrix… En ese tiempo tenía mucha curiosidad por conocer lo Real y pensaba que estas prácticas me acercarían a ese conocimiento, así que intenté estas y más cosas hasta que conocí a Sesha, mi maestro de Advaita Vedanta.
Con él comprendí que lo que había experimentado a mis 15 años era un estado de conciencia conocido como la vacuidad.
La meditación en la vacuidad
La primera vez que medité con Sesha me enseñó la meditación en la vacuidad. Estábamos en una clase del máster REMIND y todo el grupo compartimos esta experiencia. Primero me pedía que imaginara objetos o escenarios que él me sugería y después que los quitara de mi mente. Así estuvimos varios minutos hasta que percibí que entre cada una de esas imágenes, había un vacío oscuro y mi mente se hallaba completamente serena.
A los pocos minutos, un sentimiento de incertidumbre me llegó y Sesha me pidió que simplemente dijera lo que siento y lo dejara ir. Al expresar mi miedo a la disolución, experimenté por completo lo que se siente estar vacío, no tener historia personal ni deseos ni miedo ni nada.
Estaba envuelto en la nada y yo era la nada.
No sé cuánto tiempo estuve ahí, pero fue magnífico, nunca había experimentado tanta estabilidad en mi vida y sentí una paz verdadera, algo que cambió mi forma de percibirme a mí mismo.
Después de esa práctica hicimos un par de meditaciones más en la vacuidad y la experiencia era la misma, había un vacío interno y me disolvía completamente en él.
Después de la clase no tenía preguntas ni dudas ni cosas que decir, mi mente se hallaba completamente en silencio y ni siquiera me daban ganas de hablar. Con una mirada Sesha y yo nos dijimos todo y salí del salón de clases hacia mi departamento.
El final de mi búsqueda
Después de esta experiencia algo cambió dentro de mí, ya no me percibía mí mismo como el cuerpo de Edgar y los pensamientos que aparecían podía observarlos como si alguien más los estuviera comentando. Desde luego que esta sensación de ser diferente de mi cuerpo y de mi mente era algo nuevo y a la vez emocionante.
Durante un año estuve estudiando y profundizando en la meditación Advaita Vedanta y la experiencia de la No dualidad, que es cuando no hay diferencias entre el observador y lo observado.
El final de esta búsqueda llegó cuando en un retiro de meditación Zen, comprendí que entre más buscara la No dualidad, menos la iba a encontrar. Así que abandoné cualquier intención de experimentarla y simplemente me senté a meditar por 3 días. En la noche del tercer día, mi mente se hallaba completamente en silencio y podía percibir la vacuidad. Además, la atención estaba tan estable que podía percibir todo lo que sucedía en la sala de meditación, como si estuviera en todas partes al mismo tiempo.
Después de eso la percepción se hizo cada vez más aguda y percibí eventos de pasados muy lejanos como si estuviera viviendo en ese tiempo. Estás imágenes rápidamente cambiaron y percibí mundos y universos enteros crearse y destruirse en cuestión de segundos. Todo esto sucedía en mi mente mientras estaba consciente de estar sentado y de escuchar los sonidos de las otras personas que meditaban.
Nuevamente, no sé cuánto tiempo estuve así, cuando intenté salir de la meditación me tomó varios minutos conseguir mover el cuerpo. Me levanté, caminé unos minutos y me volví a sentar a meditar. Inmediatamente volvió esa experiencia de ser un espectador de planetas y universos que estaban en cambio constante. Toda esa escena era espléndida, pero mi mente serena ni siquiera me permitía emocionarme, observaba todo eso sin sentir nada especial, era como si estuviera viendo una pared blanca, no había movimiento interno.
Cuando terminó el retiro me sentí completamente limpio por dentro, como si ya no hubiera nada que buscar, nada que desear. Esto me duró unos días o semanas y después volví a mi forma de ser habitual, pero con la experiencia de ser algo más que el cuerpo y la mente.
¿Qué fue lo que aprendí de todo esto?
Que no soy el cuerpo ni la mente, que estoy en constante cambio y que todo lo que creo ser en realidad no lo soy. No puedo decir “soy esto” porque inmediatamente después “esto” desaparece y se convierte en algo más.
Tampoco puedo decir que estoy en ese estado de conciencia todo el tiempo, aún hay muchos deseos, miedos e impurezas en mi mente que día a día estoy trabajando en ellos para comprenderme mejor y liberarme completamente algún día.
Las experiencias cercanas a la muerte, o más bien, la vacuidad me ha enseñado a autoobservarme con mayor profundidad y a recordar que todo es pasajero. Esto no significa que nada es importante, significa que sólo es importante mientras está presente, después ya no tiene importancia.
Estoy en un proceso constante de muerte, cada día algo muere y se transforma dentro y fuera de mí ¿Soy lo suficientemente consciente de esto? No, a veces se me olvida y vuelvo a identificarme con las cosas cotidianas, con los problemas de la vida, los conflictos interpersonales, el trabajo, etc.
Espero que esto aclare qué es una experiencia cercana a la muerte y cómo conseguirla sin hacerte daño, sin usar drogas ni sustancias tóxicas que dañen tu cuerpo o tu mente. Si te interesa saber más, te recomiendo que asistas a mis sesiones de meditación Advaita Vedanta o te inscribas a mi curso MABI para aprender a meditar en la vacuidad y experimentar la muerte mística.
IMPORTANTE: No te hagas daño a ti ni a los demás poniendo tu vida en peligro para experimentar la muerte mística, no es necesario. Si realmente estás buscando la trascendencia espiritual, tienes que hacerlo con un cuerpo y una mente sana. Es indispensable solucionar los conflictos del ego a través de un proceso terapéutico antes de intentar trascenderlo, de lo contrario sólo generarás más confusión y problemas mentales.
Estoy para ti, te mando un abrazo.
Edgar.
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